Sunday, November 8, 2020

Guardar un poco el corazón


Dolor. Dolor profundo que no se borra con nada. Que se apaga unos meses, pero regresa carcomiendo el alma.

No entender por qué o para qué. Tantas dudas que se despiertan. 

“¿Y eso no te hace sentir como que es tu culpa?” 

“¿No has pensado que esto te podría hacer sentir que vales menos?”

Recuerdo no entender las preguntas y quedarme un poco en blanco... me parecía tan ajeno, tan lejano. Pero hoy lo siento tan vivo, tan cerca y tan real... carcomiendo un poco la piel y devorando el alma.

Y es que uno se siente así: incompleta. Rota. Insuficiente. Mal hecha. Incorrecta. Cuestionando su propia existencia. Como con una culpa extraña que no tiene una fuente exacta. Simplemente defectuosa e imperfecta. Y aunque me esfuerce mucho por ser mejor cada día, por crecer, por dar mi mejor cara, por ser lo que quiero ser, por construir mis sueños... termino sintiéndome así: 

Incompleta. Indigna. Rota. Incapaz.

Pero hay que ser fuerte. Hay que seguir. Hay que levantar la cara. Se guarda uno un poco el corazón y los pensamientos, y le sigues...  tambaleante, sintiendo que no vas a llegar a la siguiente calle, pero le sigues porque es lo único que sabes hacer: SEGUIR CAMINANDO Y LUCHANDO. 

Te limpias un poco el polvo de las caídas... te sacudes las ropas y sigues... no te detienes, porque la vida no se hizo para vivirse en un solo lugar, ni para lamentarse y mucho menos para quejarse. Y aunque sabes que duele el alma, no puedes detenerte a llorar. No estás hecha para eso. 

¿Será la fe? ¿Será la ilusión de la promesa de un mejor mañana? ¿Será que aprendimos que la vida es más que sus obstáculos y que a pesar de todo vale la pena vivirla? ¿Será que somos más fuertes de lo que pensábamos?

Hay que seguir caminando. Peleando. Luchando. Viviendo. 

Un día entenderé por qué o para qué, mientras tanto seguiré caminando y luchando... construyendo mis sueños, descubriendo nuevos caminos...  aunque me equivoque, aunque sea profundamente imperfecta, incorrecta e indigna. Aunque siga siendo incapaz de lograr cosas maravillosas o increíbles. Seguiré intentándolo. Seguiré siendo yo, así con todas mis imperfecciones e imposibilidades. Cada día. Todos los Días. Hasta que la vida se me acabe.

En días como hoy, guardo un poco el corazón, apago un tanto más los pensamientos, me sacudo las ropas y sigo... la vida debe continuar. Bien vivida. Bien peleada. Agotando el alma en cada suspiro. 

Un día a la vez, aunque en alguno de ellos sea solo esto: una mujer de hojalata.








Sunday, August 23, 2020

Dar VIDA.

Entendí que no todos estamos llamados a la misma vocación… y no es que haya yo perdido la fe, más bien la encontré. La encontré en la paz de entender que los planes que tiene Dios sobre mi vida, son más grandes de lo que mi mente alcanza a construir o idear. 

Ha sido un camino complejo, diferente… en ocasiones doloroso, confuso y desconcertante. Pero hace poco platicando con una amiga, simplemente lo entendí. Como mujer, como persona, como esposa y profesional estoy llamada a DAR VIDA. Así, con mayúsculas: DAR VIDA… pero uno no sabe la forma en la que le tocará dar vida. Algunos tienen hijos, otros se vuelcan en sus trabajos, otros crean asociaciones y algunos más simplemente intentan dar vida en su día a día, a través de cada uno de sus actos.

Estos últimos meses, a mí me tocó darle vida a mi padre… supe que estaba su vida en mis manos cuando me tocó buscar avión para traerlo aquí… luego a través de la toma de decisiones con los médicos para darle más posibilidades de vivir y finalmente al verlo recuperarse, pudiendo ya caminar, comer y pensar claramente. Ha sido un “dar a luz” desde mi trinchera. A través de mi papá y al platicar con familias, amigos o completos desconocidos, sobre cómo enfrentar el COVID-19 e ir acompañando a algún familiar enfermo, he sentido cómo he podido dar vida, luz o alivio (aunque sea poquito) y no podría estar más agradecida con Dios por ese regalo. Le pedía a Dios ser madre, le pedía poder traer un hijo al mundo y ciega a las necesidades del mundo, me dio la lección más grande… hay mucha vida por cuidar AQUÍ y AHORA, en nuestro mundo lastimado y lleno de corazones tristes o preocupados.  

Yo no sé si podré ser madre biológica algún día… las estadísticas nos dicen que no y lo entiendo. Por eso, AGRADEZCO a Dios la bendición que me ha dado estos meses de pandemia, a través de este proceso con mi papá y el COVID-19, de ENTENDER, REFLEXIONAR y ACEPTAR que dar vida va más allá, MUCHO MÁS ALLÁ de ser madre. 

Es tiempo de confiar en que Dios nos pone en donde tenemos que estar y ser dóciles a sus planes. Tenemos que tener un corazón CONTENTO (aunque esto no implica ausencia de dolor) porque su fidelidad es infinita y NO nos abandona.

En el entendimiento y la aceptación de nuestro aquí y nuestro ahora, está la paz… 

Tal vez no seré madre nunca, pero eso JAMÁS limitará mis GANAS de DAR VIDA. Hoy entiendo el llamado. Tomaré mi cruz CON AMOR y lo seguiré.


¡Es tiempo de lanzar las redes!